Según iStrategyLabs.com, el crecimiento en los usuarios de 35 a 54 años ha crecido por arriba del 250% en el último año. Alrededor del 40% de los usuarios de Facebook se encuentran entre los 25 y los 54 años de edad, lo cuál lo hace una cifra respetable de gente que trabaja, consume, viaja, gasta y que tiene una parte de vida recorrida. Y aquí llegamos al fenómeno al que me quiero referir y del que voy a ser víctima el próximo sábado: las reuniones escolares.
Yo salí de la universidad en 1991. Hartos años han pasado desde que mis huesos dejaron las aulas y en este trecho han ido y venido amigos, algunos se han quedado, los más han pasado a formar parte de las filas del olvido y muy pocos se han mantenido firmes contra viento y marea. Pero desde Facebook, parece que todos tenemos un prurito por explorar las pretéritas cavernas a ver que nos sale. Nos da un gustazo encontrar el nombre y la foto de alguien con el que tuvimos hace muchos años algún tipo de relación y hacerlo nuestro amigo virtual. Poco a poco, a base de compartir las más de las veces entradas chistosas en nuestros status, vemos con gusto que aun compartimos algo de los que alguna vez nos unió y ahí es donde decidimos pasar del dicho al hecho y organizamos un reencuentro.
En nuestro caso, el primer reencuentro fue fallido en términos del quorum y un éxito en términos de diversión; fuimos 7 y nos divertimos como idiotas, bebimos, reimos, nos acordamos y bebimos más. Nos despedimos con el horizonte cuajado de promesas de reuniones futuras y cada quien a su casa. Unas cuantas semanas después, los que no pudieron asistir vieron fotos, comentaron, vieron videos, comentaron y surgió la idea de una nueva comida, esta vez con más personas -casi 25-, incluso con viajeros intranacionales. Aun no logramos los internacionales.
Mi experiencia en este tipo de eventos es que del reencuentro salen cosas positivas y neutras, casi nunca negativas. Los que hacen click, simplemente se siguen reuniendo y retoman una amistad que se separó por cualquier cantidad de razones. Muchas de las personas que van tienen el mismo impacto que un omelet cayendo en la alfombra y simplemente se van como se fueron hace tantos años. No me ha tocado enterarme que en estos eventos se reaviven rencillas y alguien llegue a los golpes tras unos tragos, pero siempre hay una primera vez.
Por lo pronto, ya está la carpa, las chelas enfriándose, promesas de ir y hartas ganas de divertirnos, hurgando en el pasado y tratando de incorporarlo al presente. Por ahí les cuento como fue.
Continuamos...
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